DONATELLA – Carlos Castiñeira Echeverria

Por Carlos Castiñeira Echeverria

Era el 20 de julio de 1969, cuando Neil Amstrong puso un pie en la superficie lunar, yo tenía 17 años y estaba en Gandia (Valencia) viéndolo por televisión en la cafetería Rompeolas con mi amigo Jorge del Colegio,
Acababa de terminar y superar mis exámenes de COU con los correspondientes pruebas de Selectividad para el acceso a la Universidad.
El 31 de Mayo, había sido la despedida del colegio de Nuestra Señora del Recuerdo, donde cursé mis estudios escolares durante 11 años, se celebraba anualmente con una emotiva misa en los campos de fútbol junto al resto de alumnos del colegio, familiares y antiguos alumnos.
Con mis 18 años estuve dando tumbos por distintas facultades y a los 19 empecé en serio mis estudios en la carrera de Ingeniería Aeronáutica que por entonces solamente se estudiaba en la Escuela Politécnica en Madrid,
Mi padre, que se movía bastante en el círculo diplomático, me comentó que en un cocktail en la Embajada de Italia en Madrid, el Agregado Aéreo del cuerpo diplomático de esa Embajada, le dijo tener una hija de 16 años que estaba estudiando en el Liceo Italiano, quería dar una fiesta en su casa para que conociese gente española de su edad.
En casa éramos cinco hermanos y el más próximo a su edad era yo, por lo que fui el seleccionado para elegir cuatro amigos y asistir al guateque en su casa y así su hija Donatella conocería a más gente.
Fui con cuatro de mis mejores amigos y tras hacer pandi con el resto de la gente en la fiesta, se estableció en el grupo una fuerte amistad que nos llevó a vernos casi todos los sábados en su casa.
Entre mis amiguetes destacaba Tony por ser el más guapo, además tocaba muy bien la guitarra y eso le daba un valor añadido, también estaba otro Carlos, Javier y Manuel, todos tenían buena planta y fuimos bien acogidos entre las amigas de la italiana.
Pasaron unas semanas y Tony, pese a ser el guaperas, estaba tan metido en su mundo de la música que apenas prestaba atención a ninguna, viendo que todos estaban un poco parados en decidirse a qué niña elegir para ligar, me lancé tirando los tejos a la italiana, quizás yo no fuese el más apuesto pero sí el más lanzado.
Poco a poco la amistad fue mejorando hasta que por fin llegó el día en que decidí quedar con ella a solas.
Tras haber vivido con cuatro hermanos, sin ninguna chica en mi casa y haber pasado once años en un colegio sólo de chicos, mi experiencia con las mujeres había sido bastante parca, por lo que era la primera vez que cenaba en un restaurante a solas con una chica y no se puede decir que se me viera muy suelto.
Las anteriores ocasiones que había estado con Donatella fuera de su casa y con mis amigos, fueron en guateques o bien tomando una Coca Cola en alguna cafetería.
Una vez terminada la cena ya me sentía más seguro y me lancé a pedirle si quería seguir saliendo conmigo, con gran temor ante su respuesta fui felizmente correspondido y nos dimos el primer beso, tampoco yo había dado muchos más antes y ella estaba en las mismas condiciones, pero aún siendo un beso muy ligero y superficial, a mi me gustó mucho.
Continuamos saliendo durante unos meses hasta que llegó el momento en que terminaba el cargo diplomático que su padre tenía en la Embajada de Italia, debiéndose incorporar de nuevo a su país.
Por suerte y, como a ella le quedaban solo tres meses para finalizar los estudios de bachillerato en el Liceo Italiano de Madrid, sus padres decidieron que continuara su estancia hasta acabar el curso, dejándola en un Colegio Mayor femenino próximo a la Ciudad Universitaria , con la intención de que cuando terminara irse a Italia para empezar la Universidad.
Durante esos meses nos fuimos enamorando cada vez más y pronto nos entró la preocupación sobre lo que sería de nuestra relación cuando se fuese a Italia. Yo tendría muy pocas posibilidades de ir a verla a su país, los billetes de avión en aquella época eran muy caros y al yo estar empezado a estudiar en la universidad, no tenía ningún tipo de ingreso, por otro lado y siendo cinco hermanos, quedaba descartada la posibilidad de pensar que mi padre me fuese a ayudar.
Si ella se iba a Italia sería terminar y eso a los dos nos quitaba el sueño, había que pensar algo. Quedaba descartado que se quedara a estudiar en la Universidad en Madrid, sus padres como era lógico no contemplaban esta opción.
Pronto nos dimos cuenta que, aunque fuese algo un poco fuerte para una chica de 17 años y para mí de 20, la solución para seguir juntos era casándose, era algo muy difícil ya que en esa época la mayoría de edad se tenía con 21 años, los dos éramos menores y si algún sacerdote nos casara, se estaría arriesgando a meterse en un problema ya que alguno de nuestros padres al no tener su consentimiento podría denunciarle.
Yo tan solo mantenía la amistad con un padre jesuita del Colegio donde estudié pero, al proponerle que oficiase semejante matrimonio, lo único que dijo fue que estábamos locos.
Tan solo quedaban dos meses para que ella terminara los estudios de bachillerato en el Liceo Italiano y sus padres vinieran a recogerla desde Italia, por lo que el tiempo jugaba en nuestra contra.
Al final, una amiga del Colegio Mayor, le comentó a Donatella que su hermano abogado, lo era de un cura que en aquella época del dictador Franco, predicaba en contra de él, por lo que estaba encarcelado y saldría en unos días del centro penitenciario.
Esperamos a que así ocurriera para ir a visitarle y … ¡bingo! se ofrecía voluntariamente para casarnos asumiendo los riesgos que corría, yo creo que siendo los dos hijos de militares para él quizás fuese un reto cometer semejante tropelía.
El caso es que nos citaba en 10 días en su Parroquia del Pan Bendito en el barrio de Carabanchel Bajo de Madrid para casarnos, la verdad es que ni conocía ni había estado nunca por esa zona pero evidentemente eso era lo de menos
Mi padre, estaba entonces destinado como Agregado Militar en la Embajada de España en Lisboa, y mi madre junto con mis tres hermanos pequeños se fueron con él, ellos estudiaban el bachillerato en el Instituto Español en Lisboa.
Mi hermano mayor y yo, que era el segundo, al estar en la Universidad nos quedamos a vivir con mi abuela en Madrid.
Tenía claro que mi padre no iba a aceptar mi matrimonio pero me sentí en la obligación de llamarle para comunicárselo .
En cuanto le avisé telefónicamente que me casaría en unos días, se lo tomó a broma y no me hizo ni caso, tan solo comentó que dejase de decir tonterías.
El cura que era un progre de la época franquista, trabajaba como taxista, nos había citado a las 12:00 en su parroquia, nosotros le esperábamos allí junto con nuestros más allegados amigos que no pasarían de diez incluyendo a mi hermano mayor. Cuando eran las 13:00 y no había llegado, dimos la boda por perdida, pero a las 13:10 apareció con su taxi, vestido con una camisa gris toda sudada, apestando a sudor entró en la Iglesia lamentando el retraso por un atasco que había tenido con su último cliente del taxi.
Nuestro triste semblante se transformó súbitamente en una cara resplandeciente de felicidad pensando que por fin nos íbamos a casar y así poder mantenernos juntos tal y como deseábamos
La novia llevaba un vestidito blanco con falda por encima de la rodilla y un pequeño ramo de flores en la mano, estaba preciosa, yo con vaqueros y camisa blanca.
La ceremonia, de corta duración, estuvo animada por las guitarras y cantos interpretados por las compañeras del Colegio Mayor.
Al día siguiente ella volvió a su Colegio y yo a la casa de mi abuela donde vivía.
Casados ya estábamos pero al no tener ni un duro no teníamos sitio donde meternos para poder vivir juntos.
A todo esto y a los siete días de casarnos, mi mujer terminó el Colegio, a sus padres aún no les habíamos dicho nada, pero sabíamos que ellos vendrían en coche desde Italia para recogerla al día siguiente de terminar las clases.
A mi padre le volví a llamar a Lisboa para decirle que ya estaba casado, cuando me iba a colgar le pasé el teléfono a mi hermano mayor pues al haber estado presente en la ceremonia pudo confirmar y decirle que daba fe de nuestro cambio de estado, cuando me pasó de nuevo el teléfono, mi padre me soltó todo tipo de improperios, entre otros me dijo que jamás contara con ninguna ayuda suya para poder vivir. A mi esto no me preocupaba porque ya era consciente de que así lo haría y mi intención era salir adelante sin ayuda de nadie, la irresponsabilidad de lo que habíamos hecho solo por amor, se tenía que transformar en responsabilidad para salir adelante por nosotros mismos.
Estábamos con la cuenta atrás, quedaban muy pocos días para que llegasen los padres de Donatella a recogerla sin que supieran aún nada de nuestro matrimonio.
Aún no teníamos sitio para vivir y después de mucho movernos , nos enteramos que había un Colegio Mayor de chicos llamado Chaminade muy próximo al que vivía ella, en el próximo curso escolar admitirían, para hacer una prueba, a cuatro matrimonios en habitaciones dobles con el requisito de que fueran parejas recién casadas, que estuvieran haciendo el doctorado y trabajando ,nosotros claramente no cumplíamos más que uno de los requisitos pero como era lo único a lo podíamos aspirar , pedimos cita con el Director que era un sacerdote marianista y allí nos presentamos. Le planteamos la situación tan desesperada que teníamos, rogándole que nos admitiera solo durante un curso mientras buscábamos algún trabajillo para poder pagar sin tener que interrumpir los estudios.
La caridad y misericordia del Director hicieron posible nuestra petición, era el mes de Junio de 1972 y como muchos de los residentes se irían en Julio, ya teníamos sitio para vivir a partir del día 10 de ese mes; mientras tanto cada uno de nosotros seguiría donde estaba.
Llegado el día, se presentaron quienes ya eran mis suegros en la residencia donde vivía Donatella, en ese momento ella no estaba pero todo el mundo allí sabía que se había casado, la Directora les recibió y fue quien les dió la noticia de nuestra reciente boda, supongo que si no tuvieron un infarto fue porque tenían muy buena salud.
Dejaron aviso de que nos esperaban en el hotel donde estaban alojados, tan pronto nos enteramos para allí fuimos con unos nervios mayores que cuando iba a algún examen de la Universidad en la que me jugaba el aprobado de la asignatura, yo pensaba que mi suegro me mataría, él estaba en muy buenas condiciones físicas y practicaba boxeo como hobby, mientras que yo en esa época era bastante tirillas.
Nos esperaban en su amplia habitación sentados en uno de los dos sofás que había junto a una mesa baja, nada más entrar me encontré a mi suegra llorando como una Magdalena recriminándonos la locura que habíamos hecho y el gran disgusto que tenían por haberse quedado sin asistir a la boda de la única hija a la que tanto querían, yo tenía claro que si hubiesen sabido que nos íbamos a casar se la hubieran llevado antes.
Mi suegro, que era el típico guapuras italiano, estaba muy serio y yo no hacía más que cubrirme la cara … por si acaso, llegado el momento le dije “si me vas a pegar un puñetazo hazlo cuanto antes porque no aguanto esta tensión”.
Transcurridos unos segundos de måxima tensión, él habló y le dijo a su mujer “no sigas llorando porque en vez de haber perdido una hija hemos ganado un hijo “, me quedé tan emocionado que yo también rompí a llorar, sinceramente no esperaba ese comentario.
Él era una persona inteligente y ante los hechos consumados se debió dar cuenta que lo mejor era ir por las buenas y aceptar lo que habíamos hecho, pese a que por dentro pensase en querer matarme.
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NOTA: Este texto constituye parte del primer capítulo del borrador de mi libro titulado “Ocho mujeres y un talibán” que espero poder publicar con vuestra ayuda. Muchas gracias.

 

 

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Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Rosa María Peraqui

    Una historia muy de la época, demuestra la entereza y el convencimiento de la juventud ante las adversidades . Me ha gustado , además de situarme perfectamente en el entorno , dado que yo soy de Carabanchel Alto y conozco la apertura de miras de los sacerdotes de esta zona . Lo que más me ha gustado es el final , totalmente inesperado para mí.
    Un saludo

  2. Carlos Castiñeira

    Muchas gracias Rosa María por tu comentario

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