Dos relatos de Bernabé

Por Galán Sánchez

El fantástico sueño de los primos: Aventuras de Quique y Nano en la selva.

Quique y Alejandro son primos que tienen casi la misma edad. Son familia porque la mamá de Quique y el papá de Alejandro son hermanos. A los dos les gustan mucho los animales. Desde pequeños han preferido los juguetes de animales y conocen muy bien los nombres de muchos de ellos, especialmente los dinosaurios.

Aunque estos primos viven lejos uno del otro -Alejandro vive en Córdoba y Quique en un pueblo de Granada- parece que tienen una comunicación telepática frecuente. Ved lo que les ocurrió un día.

-¡Hola, primo Quique! –gritó de alegría Alejandro, dándole un abrazo.

-¡Hola, Nano! ¡Qué alegría me da verte por aquí! ¿Y tus padres, donde están? Yo no sé dónde están los míos. Y estoy preocupado, tengo un poco de miedo.

-Yo tampoco sé dónde están los míos. Me he encontrado de pronto aquí contigo sin saber cómo. Yo creo que estamos perdidos. No te preocupes y vamos a explorar, a ver qué nos encontramos en este lugar tan bonito.

No había terminado de hablar Alejandro cuando apareció trotando un hermoso caballo blanco que se acercó a ellos y comenzó a hablarles. Quique y Nano –que así llamaban familiarmente a Alejandro- se quedaron boquiabiertos y emocionados mirando con unos ojos muy grandes al caballo.

-¡Hola chicos! –les decía el animal mientras daba vueltas alrededor de ellos- ¿Qué hacéis aquí en este bosque fantástico? Si queréis os puedo subir encima de mí y os lo enseño. Ya veréis cómo os va a gustar esta visita.

-¡Si, si, vale! ¡Qué bien! –dijeron los  dos a la vez, aplaudiendo y dando saltos de alegría.

-¿Cómo te llamas? Yo soy Enrique y mi primo es Alejandro, pero nos llaman Quique y Nano.

-Yo me llamo Veloz –respondió el caballo mientras doblaba sus patas y bajaba su cuerpo al nivel del suelo para que los niños subieran sobre él.

Una vez montados, Veloz comenzó a caminar despacio y poco a poco inició un trote que fue aumentando de velocidad y cuando iba a comenzar a galopar volvió su cabeza mirando a los niños y les dijo sonriendo:

-¡Agarraos bien y disfrutad! ¡No temáis por nada!

De repente se le desplegaron dos alas y le apareció un cuerno en la frente. ¡Era un unicornio alado!

-Os voy a enseñar todo este parque desde aquí arriba, volando, porque es muy grande y si vamos por el suelo tardaríamos muchos días en verlo.

Los primos estaban entusiasmados y felices. Reían de emoción ante la belleza de los paisajes que estaban viendo desde arriba.

-Mirad ese lago en el que nadan los cisnes y se duchan los elefantes. El agua es tan transparente que se ven los peces brillar al reflejarse el sol en la superficie.

-¡Baja, baja, que lo veamos de cerca! ¿Podemos hablar con ellos?

-¡Sí, claro! En este inmenso jardín todos los animales hablamos un idioma que entienden los humanos –dijo Veloz, posando sus patas en el suelo a la orilla del lago.

Cuando los cisnes se dieron cuenta de la presencia de los visitantes, se aproximaron a ellos. Salieron del agua y los saludaron sacudiendo sus alas y abriéndolas a modo de saludo, mientras el elefante dejó de ducharse echando agua por su trompa y también se aproximó a ellos y les dijo:

-Hola Veloz ¿Quiénes son estos pequeños humanos que vienen contigo?

-¿Qué tal Eleuterio? -que así se llamaba el elefante- Ellos son Alejandro y Enrique, pero los amigos los llamamos Nano y Quique. Vienen de España: Nano es de Córdoba y Quique de Granada. Les estoy enseñando el parque. Son nuestros invitados.

De repente comenzó a oírse un ruido muy grande que iba en aumento, como si se fuese aproximando a ellos. De pronto apareció por encima de las copas de los árboles la cabeza de un brontosaurio y los niños se asustaron y corrieron al lado de Veloz, pidiéndole que los defendiera, los subiera encima de su lomo y saliera volando.

-No os preocupéis –les contestó el unicornio- Paquitosaurio no es agresivo y es amigo nuestro. Ahora os lo presento. Ya veréis como viene acompañado de la jirafa Virginia.

No tardaron en salir del bosque el dinosaurio y la jirafa saludando desde lejos a nuestros protagonistas. Momentos después apareció majestuosamente el Rey de la selva: un león muy grande y  muy bello que caminaba con orgullo moviendo su cabeza y meciendo al aire su larga cabellera.

Cuando Leopoldo, el león, llegó donde estaban nuestros amigos, todos los animales se colocaron formando un corro alrededor de ellos y comenzaron a hacerles muchas preguntas: de dónde eran, si iban al colegio, si sacaban buenas notas, si tenían muchos amigos, cómo se llamaban sus papás, sus abuelos, sus primos; qué juegos les gustaban, si comían mucho… También los niños tenían mucho interés en conocer las vidas de aquellos animales y les hacían preguntas insistentemente.

Al nombrar la comida, Leopoldo sintió cosquillas en su estómago y se le abrió el apetito. Dio un rugido muy grande e inmediatamente aparecieron cuatro grandes gorilas vestidos de camareros y le preguntaron:

-¿Qué desea, su majestad?

-Tengo ganas de comer y nuestros amigos también. Haced el favor de traer la paella con frutas tropicales que os dije que preparáseis para hoy y tened en cuenta que tenemos dos invitados.

-¡Arriba, dormilones! ¡Vamos a desayunar! Que hoy tenéis que ir a pescar con el abuelo.

Era la abuela Maty que les movía las sábanas para que se despertaran. Alejandro y Quique comenzaron a desperezarse, se sentaron en las camas y se miraron uno al otro sonriendo, mostrando complicidad, como si quisieran comunicarse que habían tenido el mismo sueño. Estaban de vacaciones en la casa de los abuelos y dormían juntos en la misma habitación. En otra, al lado, se encontraban despiertas Rosa y Tania y ya se estaban vistiendo. A Álvaro, el más pequeño de los nietos, le gustaba dormir con los abuelos en su cama, en medio de los dos.

Después de desayunar acompañaron todos al abuelo a la cochera, a recoger el coche para ir al campo, a la orilla del río donde lanzarían sus anzuelos para pescar. Como siempre hacían, convencieron al abuelo para meterse en el maletero e ir jugando por el camino, aunque viajar de esa manera no estaba permitido. Como el río estaba muy cerca podían ir por caminos de tierra por los que apenas había tráfico y no había peligro. Durante el recorrido, Quique y Alejandro le contaron a las primas Tania y Rosa y al primo Álvaro el sueño que los dos habían tenido.

-Hemos soñado los dos que nos encontrábamos en un bosque muy grande con árboles gigantes. Era como una selva y había muchos animales, grandes y pequeños, que hablaban con nosotros. Lo hemos visto desde el cielo, subidos en un unicornio que volaba y luego bajó al suelo y nos hicimos amigos de elefantes, cisnes, gorilas, peces, jirafas, un dinosaurio que se llamaba Paquitosaurio y más animalitos que obedecían al león Leopoldo que era su rey. Con esta conversación se les hizo muy corto el camino y llegaron enseguida a la orilla del río, donde disfrutaron pescando peces que tras acariciarlos y hablarles devolvían al agua.

 

 

Relato 2:

El pirata “Seis dedos” y el valiente leñador

 

No sabemos cómo el pirata  “Seisdedos” localizó a Álvaro, el leñador. Quería tomar venganza porque su padre había sido encarcelado por el padre del leñador, por haber raptado a una niña del pueblo. Cuando desembarcaron los piratas, los vecinos tuvieron mucho miedo. Los bandidos raptaron a todos los niños y se los llevaron al barco, mientras su jefe encontró al leñador.

-Si quieres que los niños vuelvan con sus padres tienes que luchar contra mí y ganarme y después ir nadando al barco y traerlos. Nos iremos y no os molestaremos más.

El valiente leñador tenía un inconveniente: no sabía nadar.

Aquella noche nuestro héroe se aproximó a la orilla del mar y silbó una canción. Pronto apareció Coralia, su amiga la sirena.

-Hola, Álvaro, ¿qué puedo hacer por ti?

-El pirata “Seisdedos” ha secuestrado a los niños del pueblo y me ha dicho que para salvarlos tengo que ganarle en una pelea y luego llegar a su barco, y yo no sé nadar.

-No te preocupes que yo te ayudaré. Cuando le ganes te vienes a este sitio. Yo estaré escondida. Tú te subes encima de mí y te llevaré al barco.

Al amanecer se enfrentaron los dos contrincantes. El pirata llevaba un puñal y una espada y Álvaro su hacha y una vara muy larga, que le dio la victoria por agotamiento de su adversario, ya que cada vez que “Seisdedos” se le aproximaba, Alvaro le apaleaba las piernas y le hacía caer al suelo. Lo hizo tantas veces que al final el pirata acabó exhausto y se rindió.

Después, Alvaro llegó al barco con la ayuda de la sirenita y rescató a los niños. Pero hay más: Coralia había llamado aquella noche a los habitantes del mar y estaban esperando que “Seisdedos” volviera al barco para apresarlo a él y a los piratas y se los llevaron a una cárcel submarina para que jamás volvieran a molestar a nadie.

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