EL SECRETO DEL PASEO

Por Laura Esteban Ferreiro

Hoy tenemos fiesta en el colegio, mis padres están de boda y no regresan hasta el domingo. Mi primo Sergio y yo pasaremos el día con mi tía Marta. ¡Estamos muy contentos!

 

Ella vive en un lugar tranquilo, donde no circulan coches, podemos jugar sin peligro. Nos espera un fin de semana lleno de sorpresas.

 

Tía Marta es pequeñita, rubia y discreta. Tiene talento en estado puro, mi madre dice que sabe como nadie hacer feliz a los niños. Siempre que la visitamos nos prepara alguna sorpresa.

 

Mi primo se llama Sergio, tiene 8 años. Es aficionado a los mapas, de mayor le gustaría ser detective, juega muy bien al tenis y en el cole saca notas altas. Todo le despierta curiosidad, quiere viajar y conocer muchos países.

 

Yo me llamo Ángela, desde pequeña me gustan los libros de aventuras, pintar y la naturaleza. Siempre  que puedo, dibujo flores de colores en mis cuadernos. Hoy estoy impaciente por ver qué nos ha preparado mi tía.

 

Hola sobrinos, ¡qué alegría me da veros!  —dadme un abrazo —os estaba esperando impaciente, —¿qué tal en el cole?  —Os tengo preparada una sorpresa.

 

—Mirad, en este cuaderno de anillas hay impresas cuatro palabras que os darán pistas para el juego que os he preparado hoy. Se trata de buscar en un espacio situado en el paseo, lo que yo llamo: “el secreto infinito”.

 

—Ángela, Sergio, como os encanta caminar, recorreréis el paseo de puente a puente. Las cuatro palabras que os facilitarán la aventura son: hojas, rojo y letras infinitas. —Confío en vuestra pericia.

 

—¡Tía, qué difícil!

—Sergio, no perdamos tiempo, desayunamos y nos ponemos en marcha.

—Perfecto, sobrinos, yo hago unos recados y os espero en casa. A las dos la comida estará preparada.

 

—¿Dibujamos un mapa? —dijo Sergio.

—¿Por dónde empezamos?—contestó  Ángela.

—Si te parece comenzamos por la zona alta del paseo, junto a la barandilla que da al río y luego caminamos hasta rodear las dos fuentes.

—Perfecto.

 

—Mira,Sergio, ahí veo en el suelo muchas hojas, letras y palabras en las estatuas, pero no veo nada rojo. Quizá la pista se refiera a las flores, pero en el jardín hay muy pocas a y no son rojas.

—Descartado, entonces —dijo Sergio.

 

Llegaron a la fuente del pajarito y recorrieron despacio la zona central, pasaron cerca del templete, lo rodearon, subieron por la escalera, pero no vieron nada. Se acercaron después al estanque que se encuentra cerca de un  arco y no dieron con el secreto.

—Sergio, es hora de comer, lo dejamos que se hace tarde.—dijo Ángela.

 

 

—¿Qué pensará la tía? No hemos encontrado ninguna pista —dijo Ángela. Desesperados, caminaron hacia su casa a toda prisa.

—¡Hola, sobrinos! —¿Qué tal os ha ido?

—Fatal,  tía —respondió Sergio.

—¡Tranquilos! —comentó Marta en tono amigable, tenéis toda la tarde y mañana por la mañana para buscar el secreto. Ahora disfrutar la comida.

Al terminar ayudaron a recoger la mesa y se prepararon para retomar la aventura.

 

 

Estaban impacientes, se despidieron de nuevo de su tía y bajaron por la escalera a toda prisa.

—Os espero a las siete en casa, iremos a la misa de la Catedral.

Mientras, Sergio sacó de nuevo el mapa y atentos a todos los detalles recorrieron la parte baja del Paseo. A lo lejos, divisaron un puente y sus estatuas.

 

Algo desanimados,  continuaron el trazado, llegaron hasta el arco de hojas, lo miraron atentamente, sin encontrar ninguna pista.

Se hace tarde —dijo Julia, la tía nos espera.

 

Después de misa regresaron a casa, cenaron y se pusieron el pijama, cuando se acercaron a darle un beso, antes de acostarse, Marta les dijo: —no os inquietéis, esto es un juego, mañana seguro encontráis el tesoro.

 

Por la mañana del domingo la tía les despertó con una sonrisa.

—Venga, a desayunar, cuando estéis listos bajad a comprar el periódico, trae cromos de la catedral.

 

Bajaron a toda prisa, se acercaron a la librería y Ángela, sorprendida, dijo,

—¡Mira, Sergio, está pintada de rojo! ¡hojas aquí hay miles!

—Sí, Ángela, creo que hemos dado con el secreto, aquí en los libros hay historias infinitas.¡Qué alegría!.

 

Compraron  el diario y felices corrieron al encuentro de la tía. Antes  de que ellos dijeran nada, ella observó la sonrisa en sus rostros y les felicitó.

—¡Bravo! ¡por fin lo habéis encontrado!

—Sí, tía  —dijo Ángela —librería roja,  con misterios infinitos,  que se esconden en las hojas de los libros. Este es el secreto del Paseo.

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