GUIJARRO Y COSMOS

Por M. Isabel Vergel

No fue una resaca más, aquella mañana sabia que había tocado fondo. Aurora se despertó, cuando el sol invadía su cuarto, los restregones negros en la almohada, le recordaron, que no se había desmaquillado. Tambien llevaba el camisón al revés.

Fue al salón, a examinar los restos de la fiesta. unas botellas de tequila vacías, un montón de limones cortados, y el salón lleno de paraguas abiertos.

Se avergonzó nuevamente de no recordar lo sucedido, y volvió de nuevo a la cama, tenia todo el domingo por delante para dormir, empastillarse, e intentar afrontar el lunes como si no hubiese sucedido nada.

Reviso el teléfono, y encontró unas llamadas perdidas a un numero desconocido a las 3 y 4 de la mañana, no lo tenia registrado, y no le quiso dar importancia.

La revisión de las fotos la dejaría para otro momento, su cuenta de Instagram, era como un diario de su vida social, sus logros, sus fiestas, los kilómetros que corría, los pesos que levantaba, los sitios en los que había estado, que le permitía llevar un hilo conductor de lo que se había convertido su vida en los últimos años.

Aquella mañana se miro en el espejo con detenimiento, para tener 50 años, se encontraba bastante bien, apenas tenia canas, ni arrugas, solo cierta flacidez, y una mirada algo cansada, se le notaban los parpados hinchados del resacon,  los camuflaría con el serum y algo de maquillaje.

Se preparo unos huevos revueltos, sobre una tostada de aguacate, algo de te, y se marcho a su trabajo.

A mitad de mañana, tuvo un hueco para repasar las fotos del desmadre, y llamar a las amigas para intentar recomponer un hilo secuencial, que parecía no acabar de completar…

Le quedaban pendientes las llamadas de teléfono. Volvió al historial de llamadas, y pudo saber a quien correspondían; era Alberto, le había llamado como tantas veces, a mitad de la noche, afortunadamente, la distancia en su no-relación, había hecho, que el tampoco se inmutase, al recibir una llamada suya a esas horas.

Alberto fue un rollo de una noche, como tantos tíos que habían pasado por su cama, sin pena ni gloria, solo que aquella vez, cuando lo miraba, y desde la primera vez, notaba una conexión especial, era como si su mirada pudiese traspasarle, y llevarle a un lugar lejano, en el que sentía su corazón palpitar de una manera animal.

No le dio mas vueltas a lo sucedido, normalmente esas faltas de control, le daban rabia un día, pero las olvidaba fácilmente, nada era tan importante, al fin y al cabo, solo que esta vez se avergonzaba de si misma, ya no le parecía tan divertido, más bien le parecía patético. Pensaba que tenia muchas cosas mejores que hacer, y aquellos desfases, le daban la sensación de que estaba perdiendo el tiempo.

De vez en cuando fabulaba con la idea de dejarlo todo e irse, Asia , le rondaba en la cabeza, imaginaba su vida profundizando en el budismo, el yoga, las terapias naturales…todas esas formas de vivir, en las que alguna vez veía algún atisbo de tranquilidad, de desconexion, y de disfrute personal.

Ni su familia, ni sus pertenencias, le ataban a su ciudad natal, se podía ver sola en cualquier sitio, de hecho su hija, ya había salido de casa para estudiar fuera, y se conformaba con saber que estaba bien, y verla de vez en cuando.

Alberto no daba señales de vida esta vez, se había acostumbrado a sus silencios y a sus desapariciones, de hecho, se preguntaba, ¿por que había ido desarrollando esta forma de relacionarse con el? ninguna de sus amigas lo conocía, ni  habían hecho nunca ningún plan. Todo era rápido pasional y sucedía siempre en su casa….su frase al despedirse era: hablamos…

La decisión de ser terapeuta, fue algo que ni recordaba, la idea remota, aprendida desde el colegio de monjas,de ayudar a los demás, debía de haber calado en su inconsciente, y así transcurría su tiempo en el trabajo, imaginando las historias de otros, preguntando, haciéndoles reflexionar sobre sus contradicciones, y tirando de aquel hilo de sucesos,  a veces inconexos, para poder darles un sentido, algo que era incapaz de hacer con su propia vida.

Cuando estaba trabajando, había veces que la conversación se desvanecía, las palabras resonaban mudas, se perdía, la historia no era capaz de engancharla, las idas y venidas de cosas del pasado a las actuales, hacían que se perdiese….y después de un rato, tenia que preguntar algo para poder intentar entender que había pasado, se había ido, pero no por que el relato ademas fuese completamente anarquico, si no por que ella no quería conectar con el dolor ajeno, bastante tenia con el suyo.

Aurora, no quería  reconocer que necesitaba ayuda, sus adicciones la estaban destruyendo, el esfuerzo en simular, que no pasaba nada, la estaba agotando, su ego, que no cabía por la puerta, no le permitía pedir ayuda externa, cualquier atisbo de cambio, sugerido por alguna amiga, era para ella una ofensa imperdonable.

Y así pasaba las semanas, los primeros días intentando recuperarse, y el fin de semana, llenando su agenda de actividades, la mayoría sin interesarle demasiado, porque sentía pánico cuando notaba algún atisbo de descanso, o de inactividad…

Lo mismo quedaba para una cena de antiguas alumnas, que para una comida con las del gimnasio, daba igual, se arreglaba procurando un toque de originalidad, aunque nada quedaba al azar, le gustaba mezclar cosas tradicionales, clásicas, con otras deportivas, no le gustaba repetir, siempre le gustaba diferenciarse y tener un estilo personal, ella quería estar siempre perfecta.

Su vida, que para muchos era envidiable, a ella le parecía una autentica mierda, un pozo de insatisfacción, de conversaciones reiteradas, o superfluas, en las que le costaba encontrar a alguien con quien sintiese una conexión especial, que le entendiese, o que fuese capaz de emocionarse con las mismas cosas con las que se emocionaba ella.

No quería parar, nunca se paraba, solo detrás de algunas borracheras mas memorables, pensaba que era la ultima vez, que seria capaz de controlar, y que volvería a casa como la señora que era.

Su amiga la invito aquella tarde, cogió un par de botellas de champan frías, y unas galletas de canela, iba a ser una tarde de apalanque, de esos temas comunes reiterados tantas veces, que las hacían entrar en un bucle de conversaciones ya conocidas, y de batallitas ya revividas, que les resultaban cómodas y divertidas.

Ya entrada la noche, la vecina de al lado entro a traer unos bombones, había oído las risas y la música, y decidió auto invitarse  a la fiesta, estaba cocinando,por que al día siguiente tenia invitados, le pareció divertido hacer un parón.

La conversación derivo sobre temas comunes, trabajo, viajes, y finalmente, hombres, la vecina empezó a hablar que hacia poco lo había dejado con su novio, un tío bastante infantil e inmaduro, que iba y venia, hasta que ella se había cansado, también se llamaba Alberto, y que casualidad, también trabajaba en Londres, de repente noto una descarga de adrenalina,y se puso roja, ellas lo notaron…Alberto Palacios?

La vecina, ojiplatica le dijo, siiii….no podía ser verdad, las preguntas sobre detalles personales que conocían las dos perfectamente, desde familia, vacaciones playas, se fueron acumulando, y decidió hacerse una foto con ella y mandársela a Alberto, sabia que la había visto, pero también que no iba a contestar.

Tuvo que abrir otra botella de vino, para no desmoronarse, algo que sujetar, algo que hacer, no podía dar crédito, ahora todo le cuadraba, sus desapariciones, la falsa idea que le había trasmitido, el, que no quería compromiso, que no quería sufrir por la distancia, esa alma libre que ella sentía tan conectada, no era mas que un tío que se aprovechaba de sus sentimientos, para dejarse caer cuando le venia bien.

En aquel momento pudo sentir lo que era tener el corazón roto, podía sentir esa punzada, era una mezcla de dolor, de humillación,  de vergüenza, de rabia contenida, y sobre todo de ganas de morirse, y de gritar, y eso hizo, gritar y llorar.

Su amiga la miraba sin saber que hacer, y la vecina, aun tuvo el valor de consolarla, y de hacer alguna llamada, por que tampoco daba crédito a lo que estaba pasando. Siguió bebiendo, compulsivamente, y estuvo enviando mensajes de insultos a Alberto, aunque la inmensa mayoría eran ilegibles, en un despiste cogió las llaves de su coche y se marcho.

Condujo hasta casa de manera temeraria, las luces de la costa se difuminaban como un resplandor, era difícil centrar la mirada, y así, con la música metalera  a todo volumen,  llego a casa, y se acostó llorando,hasta que se durmió.

Al día siguiente se despertó sobresaltada, y empezó a mandarle  mensajes a Alberto,  quería que le cogiese el teléfono, y después de mucho insistir, Aurora  pudo insultarle y decirle todo lo que pensaba de el, le hubiese gustado tenerle delante para partirle la cara, pero se desahogo diciéndole que era una farsa de tío.

A todo esto, eran las doce de la mañana del  ultimo día del año, y tenia que arreglarse, volver a la calle, ponerse divina, y salir a que el mundo se la comiese a ella, por que francamente, hacia tiempo que había perdido las riendas de su vida, y no esperaba nada especial de aquella noche.

RELATO DEL TALLER DE:
Taller de Escritura Creativa

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Esta entrada tiene un comentario

  1. maría del rosario

    Una historia muy especial y amena, me a gustado tu forma de narrar, y cuanto fibra de escritora al hilar, gracias.
    Abraso

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