MISTERIO EN LA CASA ABANDONADA – Mª Jose Amor Pérez

Por Mª Jose Amor Pérez

La Noche de San Juan es mágica, pero jamás aquel grupo de adolescentes hubiese podido pensar lo que les esperaba vivir.

Salían riendo de la Verbena celebrada en el terrado de la casa de un amigo en el barrio barcelonés de Sarriá, antiguo pueblecito que se anexionó a la Gran ciudad en los años 20 del SXX.

Habiéndoles pasado el sueño y con ganas de juerga aún, Bego propuso:

-¿Por qué no vamos a tomar un chocolate con churros?-mi madre me explicó que ella lo hacía.

-Pero a estas horas, ¿dónde lo vamos a encontrar?- respondió Guille.

-Ah,-soltó Xavi- junto a casa hay una granjita que no me extrañaría que estuviera abierta es buenísimo;  hecho por ellos y no prefabricado con polvos.

Tras el bailoteo final  no les quedaba ni un resto de “coca” en el estómago, y la visión de un pre desayuno chocolateado les pareció maravillosa.

Caminaron por las pequeñas calles despreocupados y felices, sintiendo el aire fresco del amanecer mezclado con el olor a pólvora, jazmín y rosas de las muchas casas ajardinadas que aún quedaban. Repentinamente toparon con una escena muy extraña: al final de una calle sin salida ante una casa abandonada, había aparcada, una camioneta Mercedes de un modelo antiquísimo y matrícula desconocida cargada de paquetes, así como otro montón de los mismos en la acera.

. -Uffff qué cosa más extraña.

-Vayamos a husmear- propuso Bego

-Pero con cautela- añadió Xavi

-¿Por?- inquirió Pau

-Es un lugar extraño. Perteneció a una pareja mayor, muertos en extrañas circunstancias hace más de cincuenta años y, según dicen se escuchan extraños ruidos por las noches. Los viejos aseguran que está hechizada- respondió Xavi.

– Qué estupidez- añadió Pau- el hechizo es que ahí hay actividades ilegales-.

Aproximándose lentamente quedaron paralizados por un  agudo grito.

Fue entonces cuando Marta propuso:

-No nos quedemos así. Hay que actuar. Ahí pasa algo gordo.

-¿Un un asesinato?- insinuó Bego

-Y si no avisamos a alguien, habiéndolo presenciado, seríamos acusados de cómplices.

-Primero echemos un ojo a ver qué vemos- propuso Pau.

Al acercarse  sigilosamente solo escucharon  una mezcla de golpes fuertes, débiles, y un `”poupurri “ de palabras que oscilaban entre lenguas desconocidas, catalán y castellano.

-Tráfico de drogas, seguro- dijo Pau-mirad la mezcla lingüística que se traen.

– ¿Y si son los espíritus de los antiguos dueños? -Dijo tímidamente Xavi

Un grito agudo resaltó entre todo el ruido. Era un grito de terror, de alguien a quien estaban hiriendo. Parecía un grito de mujer.

Los chicos quedaron petrificados unos momentos. Cuando ya parecían recobrar el aliento un nuevo suceso les heló más la sangre: bajo la puerta de entrada, comenzó a salir un líquido rojo claro: era agua sanguinolenta.

– ¡Un crimen!- susurraron al unísono con voz entrecortada

-Hay que llamar a los Mossos- dijo resuelta Bego

-No nos harán caso una noche así. Pensarían que vamos hasta arriba de todo. -Mejor la Guardia Urbana- respondió Marta marcando el número en el móvil

Aunque apenas tardaron doce minutos en llegar, a los chichos les parecieron doce horas. Sentían calor y por la frente caía sudor frío a la vez que temblaban cual si en enero se encontrasen. Alguno tuvo que apoyarse en la pared opuesta so pena se caer al suelo.

Cuando al fin llegó La Urbana, se precipitaron hacia ellos intentando explicar lo sucedido.

Los agentes hicieron las debidas comprobaciones sentenciando:

-Esto es asunto de los Mossos- a los que llamaron en ese instante.

Por otro lado, la presencia del coche de los urbanos parado y con luces intermitentes encendidas, llamó la atención de algunos paseantes que volvían de verbenas y se acercaron a husmear.

-Noooooo, más nooooo, otra vez noooooo-se escuchó nuevamente gritar en un tono aún más terrible que en el anterior.

Como la gente atrae a gente el  número de espectadores, la mayoría del barrio, daban sus opiniones a cuál más disparatada.

En éstas estaban cuando llegaron los Mossos con la sirena a toda. Y en ese preciso instante, señales de alguien asfixiándose, toses, lamentos, lloros y más gritos salían de la casa cesando los golpes mientras una ventana se abría emanando de ella un humo denso, negro y maloliente.

El público, cada vez mayor, iba emitiendo mayores sentencias

– “Tráfico de drogas” decía la mayoría

-Ajuste de cuentas

-Secta demoníaca

-Casa endemoniada- decía una señora muy mayor santiguándose

Y, cómo no, entre los presentes tomaron iniciativas propias,

Uno de ellos, marcó el 091 en su móvil, presentándose  en breve tiempo, una camioneta de la Policía Nacional. Otro tuvo la idea de llamar a la Guardia Civil y un tercero a los bomberos que, como es acostumbrado, se presentaron con una ambulancia. Y, por supuesto, la señora anciana avisó al párroco con el fin de hacer exorcismos, pero él, creyéndola en peligro de muerte, acudió rápido a darle la extremaunción.

En éstas, un periodista encargado de escribir un artículo sobre la noche de San Juan en el barrio de Sarriá se acercó a husmear y, viendo los acontecimientos, mandó mensajes a los medios. Al minuto aparecieron representantes de diversos periódicos, radios y  emisoras de televisión, especialmente  los dedicados a la prensa amarilla luchando por ser los primeros en detalles, fotos, vídeos y entrevistas.

Con tantos medios de transporte aparcados, los urbanos hubieron de despejar la zona de gente.  Pero  los espectadores, en un principio frustrados,  fueron convidados por los vecinos de las casas vecinas para contemplar el espectáculo desde sus terrazas o balcones.  Y es que en un barrio pequeño, pocos acontecimientos de ese tipo sucedían.

Tras decidir entre las Fuerzas de Seguridad quién entraría en la casa, decidieron que fuese la Policía Nacional.

Como a las órdenes de

-Abran ¡Policía!- no hubo respuesta, optaron por dar un golpe en la puerta que se abrió sin problema  pues ¡estaba abierta!

Pistola en mano entraron dos agentes pensando encontrar una réplica de la banda de Al Capone, pero cuál fue su sorpresa al ver la siguiente escena:

Entre brumas de humo, se distinguían varias personas  provistas de  martillos, sierras eléctricas, taladros, una enorme cubeta llena de cemento, paletas y demás instrumentos de albañilería. Nada más.

Un señor mayor salió al encuentro de los agentes cuya actitud agresiva decayó al verlo y tras los intercambios de información y documentación, salió a la calle, donde no había ruido de golpes ni humo dando la explicación:

– Me llamo Francesc Martí y tengo ochenta años. Profesión arquitecto jubilado. Natural de Barcelona- dijo enseñando su DNI.

-Empecé Arquitectura a principios de los años sesenta época de las revueltas estudiantiles. Muy metido a fondo fui expedientado y por tanto expulsado de la Universidad.

Como quería estudiar, decidí marchar  fuera al igual que otros.  Y, habiendo estudiado  en el Colegio Alemán, me fui a Alemania, donde no tendría problemas de comprensión,

Allí conocí a mi mujer, checa, escapada de su país en los tiempos de la URSS. Tuvimos hijos y nietos claro, a los que yo enseñé catalán y castellano y mi mujer checo y en la calle y en la escuela aprendieron alemán

Cuando mis padres murieron en un accidente de coche, vine lo justo para arreglar las cosas y dejé el resto en manos de un administrador de confianza.

No teniendo hermanos, la casa pasó a ser propiedad mía, pero hasta  este año no me decidí a volver. Ahora por mi cuenta, la estoy rehabilitando pues siendo grande, viviremos mi mujer, yo, uno de nuestros hijos, también arquitecto, con su mujer, nacida en este barrio y sus hijos.

Evidentemente, tenemos permiso de obras, pero como los únicos jubilados somos  mi mujer y yo y durante el día el resto de la familia no puede venir pues  de noche vamos haciendo poco a poco.

Hasta hace poco, casi no hacíamos ruido pero en el momento que tuvimos que tirar  paredes  para sí no molestar al vecindario decidimos elegir esta noche.

Los paquetes son todo lo que hemos sacado y clasificado según el contenido para facilitar su depósito al llevarlos a la “deixallería”.

La camioneta la compré allí hace más de 50 años de segunda mano ya, y como ven, aún conserva la matrícula de cuando salió a la calle por primera vez, ja, ja, ja. Le tengo mucho cariño y de hecho, solo la utilizo ya para estos menesteres.

Ah el humo proviene de intentar quemar todo lo quemable en la antigua cocina de carbón,  pero como el tiro está atascado, el humo no acababa de subir. Ante este hecho, lo probamos en una chimenea…y peor aún. Así que ante el peligro de asfixia decidimos abrir una ventana.

Y los gritos fueron porque a uno de mis nietos, con pantalón corto, le cayó un estante de vidrio, sito encima de la bañera en una pierna, produciéndole un corte sin importancia, pero sangrando mucho. Intentando contener la hemorragia abrió el grifo poniendo la herida debajo que sangró aún más. Horrorizado, el niño comenzó a gritar y salió del baño corriendo y dejando el grifo abierto, por lo que, el agua cayó al suelo saliendo por debajo de la puerta. ¡Menos mal que me di cuenta y cerré el grifo!.  El segundo grito se debió a que su madre, médica, provista de un buen botiquín, desinfectó la herida y, previa anestesia local le dio unos puntos.

Tras la explicación, y comprobación de la veracidad de los hechos, y demás burocracias pertinentes, los policías, bomberos, Mossos se despidieron amablemente.  Incluso alguno de los agentes, que ya acababa el turno, ayudó a llevar paquetes a la furgoneta.

Los vecinos ofrecieron su ayuda a limpiar los restos de humo y cenizas, y con lo que faltaba por quemar, montaron una gran hoguera de San Juan.

El que salió mal parado fue el periodista: los de los medios de comunicación se enfadaron de tal manera con él que eso sí fue noticia en el barrio.

 

 

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