SALVADOR Y EL TIO ZALO

Por Alba Cutrin

Salvador es un niño moreno, con mucho pelo, de ojos marrones y pestañas como mariposas, con una nariz chiquitita como un botón, labios carnosos y dientes blancos como la leche. Es muy alegre, travieso, y sobre todo muy pillo. Le encanta pasar tiempo en el parque corriendo, buscando palos y hojas,  visitando a los pavos, patos y peces, pero sobre todo, lo que más le gusta es ir a los columpios.

Todas las mañanas su padre  lo despierta y  preparan juntos el desayuno, su parte favorita es la de hacer el zumo de naranja, le encanta poner la naranja en el exprimidor y ver cómo sale el pequeño chorro de zumo… después su padre  le ayuda a vestirse y antes de salir de casa, va a darle un beso a su madre que está en la cama, ésta lo abraza y le dice:

—¡Espero que tengas un día estupendo! Por la tarde iré a recogerte  para ir al parque.

Después, Salvador y su padre van juntos hasta la guardería, se despiden con un fuerte abrazo y Salvador se va con su profesora Lidia para pasar un gran día con ella y todos sus compañeros.

La verdad es que a Salvador le encanta su profesora Lidia, ésta tiene una voz muy dulce que le fascina a él y a todos sus compañeros. Es muy buena y comprensiva, además es súper cariñosa y lo mejor de todo es que Lidia siempre tiene unas ideas geniales. Prepara  juegos tan  divertidos  como hacer la vendimia en clase pisando uvas, pintar con los pies en una cartulina gigantesca, o probar diferentes texturas y sabores como un hielo, un limón o una naranja… todas éstas cosas hacen que a Salvador le encante ir a la guardería.

Hasta aquí todo era como siempre, un día más, pero ese día a la salida de clase… ¿Qué pasó? ¿Por qué no estaba su madre? Salvador salió de clase y vio a su tío Gonzalo, al que Salvador llamaba Zalo.

Tío Zalo  era muy divertido pero no era su madre, y Salvador quería ver a su madre como todas las tardes, así que en cuanto lo  vio empezó a decirle:

—¡No, no!— gesticulando con los dedos —¿mamá? —A lo que tío Zalo contestó:

—Hoy mamá no ha podido venir, pero aquí estoy yo para recogerte—, entonces Salvador preguntó:

—¿Papá? —a lo que su tío contestó:

—Papá tampoco puede venir, por eso he venido yo a recogerte— pero esta explicación no le gustó nada y empezó a llorar. Salvador sintió mucha rabia, su cara se puso realmente roja, parecía un tomate, cerró sus manos, apretó sus puños, sintió unas extrañas mariposas en su estómago, todo aquello le parecía una enorme injusticia y empezó a gritar:

—¡No, no, yo quiero a mi mamá! ¡Mamá! ¡Mamáaaaaa!—Tío Zalo, que era muy paciente, esperó a que se calmase y se agachó para hablar con él a su altura, así los dos se podían mirar a los ojos, y le dijo:

—Como te acabo de explicar, hoy mamá y papá no pueden venir a buscarte, pero si tú quieres podemos ir al parque y pasar una tarde fantástica los dos juntos—. Salvador subió los hombros, agachó la cabeza y empezó a calmarse; pensó que quizás su tío tenía razón y que se lo podría pasar bien con él, así que, ¿Por qué no darle una oportunidad? lo cogió de la mano y se fueron caminando los dos al parque.

Una vez en el parque, fueron a ver los pavos reales, ¡Se entusiasmaba cada vez que veía cómo  extendían las maravillosas plumas de colores que tenían en sus colas! También fueron a ver a los patos y a los peces, tío Zalo había llevado comida para darles para que estos se acercaran… Después fueron a los columpios y también vieron como las marionetas representaban un cuento, esto último le encantó; por último, antes de irse, cogieron castañas y hojas que el otoño había dejado en el suelo del parque. ¡La verdad es que había sido una gran tarde!

Cuando empezaba a anochecer, se fueron para casa. Al abrir la puerta Salvador vio a su madre, enseguida se puso muy contento y se dieron un gran abrazo, ella le preguntó qué tal se lo había pasado, a lo que tuvo que responder que muy bien, la verdad es que había sido una tarde fantástica.

Después del baño y la cena, ya en la cama, Salvador estuvo pensando que para ser sinceros, no había estado nada mal la tarde, se lo había pasado francamente bien con su tío. Tuvo que reconocer que había sido un día espléndido y muy divertido, así que la próxima vez que ninguno de sus padres  pudiese ir a recogerlo, se lo tomaría como un día para explorar nuevas aventuras, se pondría muy contento y daría a quién fuese a recogerlo la oportunidad de descubrirlas con él.

– Fin –

 

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