TODO POR MIS HIJOS – Luciano Magallón Lucas

Por Luciano Magallón Lucas

Uno de los momentos más felices de mi vida fue el día que me llamó mi procuradora para decirme que el juez me había dado la custodia de mis dos hijos, después de habérmela denegado un año antes, y haberme condenado en costas.

Ellos ya llevaban viviendo conmigo desde mayo de ese mismo año, y esta noticia la tuve víspera de Navidad. Fue el mejor regalo que he tenido nunca, porque, además estaba en una situación ilegal, puesto que la sentencia vigente hasta ese momento era la de la separación y en ella constaba que la custodia era para la madre.

Eso se produjo de mutuo acuerdo, pero la convivencia de mis hijos con su madre fue insoportable para ellos. Hay que tener en cuenta que, el venir a vivir conmigo en mayo, fue porque ella los despachó de casa un lunes a las diez de la noche y mi hijo  Alejandro me llamó por teléfono para que fuera a buscarles.

Hay que reseñar que tenían 9 y 12 años, y los sacó a la calle literalmente. Cuando los recogí me estaban esperando en el portal de la casa. Este hecho consta en una denuncia que puse ante la Policía Nacional de Terrassa.

A partir de ese día comenzó un calvario para mí y para mis hijos, y un peregrinaje continuo, tanto al juzgado como a la policía, hasta que, en diciembre del siguiente año, un juez me dio la custodia, puesto que fue imposible llegar a un acuerdo con mi ex.

Entonces se agravó mucho más la situación porque ella pensaba, y mi abogado también, que no me la daría. En aquellos años era poco menos que imposible.

Decir cuál es el momento peor de mi vida no me resulta fácil, porque he tenido una vida bastante “distraída”, pero de los más duros fue el día que mi mujer me dijo que se quería separar de mí.

Yo estaba muy enamorado y además habíamos superado crisis fuertes, como cualquier otra pareja, supongo, pero como la conocía bien sabía que sería definitivo. Además sospechaba que había una tercera persona, como así constaté un mes después porque contraté dos detectives para asegurarme.

Hubo bastantes circunstancias muy tristes como el día que me lo dijo, porque yo marchaba de viaje una semana por trabajo, y cuando volví ya no me dejó entrar en casa y tuve que irme a un hotel porque no teníamos a ningún familiar cerca, de hecho viví durante dos meses en hoteles.

Cuando le dije si podía entrar en casa para recoger mis cosas me dijo que no, y me las dejo en el garaje metidas en bolsas negras de basura, ropa incluida. Aquel día lloré como pocos, y eso que durante dos años, que es lo que me costó superarlo, lloré mucho.

Este es un pequeño esbozo de un relato que me he decidido a escribir sobre mi autobiografía a partir de mi divorcio, cuando yo tenía cuarenta años.

Me he decidido a escribirla con la intención de que, ahora que mis hijos ya son adultos y padres, puedan entender un poco más todo lo que tuvieron que vivir para llegar donde, afortunadamente han llegado.

Lo que tuve que pasar yo forma parte del precio que hay que pagar por equivocarte con la persona que has tenido los hijos, pero “el corazón tiene razones que la razón no entiende”.

A pesar de que fue ella la que tomó la decisión, porque se enamoró de otra persona con la que se casó dos años más tarde, y al poco tiempo se volvió a divorciar, abrió una guerra contra mí que a día de hoy perdura, veintitrés años después.

Lo peor de todo esto es que, también la relación con sus hijos es mala, a pesar de que es abuela de tres nietas, a les que apenas ve. Solo viaja.

Ella vive sola, lo que hace pensar que no es que fuera parte del problema, es que era el problema.

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