VIAJAR AL FUTURO NO DEBE SER PRECISAMENTE FÁCIL,PERO TAMPOCO NECESARIAMENTE IMPOSIBLE – Mª Mercedes Blanco Rodríguez

Por Mª Mercedes Blanco Rodríguez

Desde hace unos meses he vuelto, sin pretenderlo, a una de mis aficiones preferidas: la ciencia ficción. Hace medio año mi mujer, Laura fue diagnosticada de cáncer incurable en el cerebro; incurable en este aquí y sobre todo en este ahora en el que los tratamientos son todavía endebles y muy desiguales en cuanto a resultados de curación, pero ¿y en el futuro?, digamos dentro de mil o dos mil años.

 

En la estrategia que he trazado he vuelto a echar mano de mis conocimientos informáticos, desarrollados en mis más de treinta años de docencia en la Universidad, pero, sobre todo, en lo que ahora nos concierne a Laura y a mí, he vuelto a poner en marcha mis descubrimientos a raíz de mi colaboración con la policía y el CNI en la detección de “hackers” que se dedican a romper sus sistemas de seguridad.

 

En estas circunstancias me veo instalado al otro lado de la ley. El plan es seleccionar los usos y herramientas de los mejores “hackers” que hemos atrapado a lo largo del tiempo para así poder entrar en la CIA. Pero como mi conocimiento en esta área concreta de acción es bastante limitado he pedido ayuda a A.A., uno de los mejores “hackers” que detuvimos y que acabó convirtiéndose, por esas extrañas casualidades que a veces nos brinda la vida, en mi mejor amigo.

Él es un “hacker “por afición” y también por motivaciones políticas por las que ha llegado a verse envuelto en no pequeños problemas, entre ellos, el de ser continuamente vigilado por el sistema de inteligencia norteamericano y por el propio CNI español.

 

Cuando estalló la Guerra del Golfo y Bush aducía en su favor la existencia de las ya famosas armas de destrucción masiva, mi amigo consiguió entrar en los documentos clasificados por la CIA en torno al tema y tras una amplia recopilación de datos comprendió que era la propia CIA la que había diseñado el plan de acción de las citadas armas para vendérsela a su limitado presidente y así poder organizar la guerra bajo “plenos derechos”.

 

Siendo, pues, plenamente consciente de la continua vigilancia a la que era sometido, mi amigo comenzó extremando las condiciones de seguridad ante la entrada en el sistema de inteligencia americano y también las maneras de ponerse en contacto conmigo, ya que era fundamental que yo no me viera implicado. Para lo primero, se hizo con un ordenador que le envió un amigo suyo holandés, también “hacker”, el cual había sido totalmente modificado en cuanto a su funcionamiento y alterado en sus conexiones con el exterior. Naturalmente el ordenador acabaría siendo quemado hasta las cenizas en algún descampado lejano a la capital.

 

En cuanto a nuestros contactos, establecimos un código de comunicación que lógicamente excluía el teléfono y el ordenador. Nos veríamos cada dos días, en las estaciones de metro más frecuentadas de Madrid y a horas distintas cada día.

En el primer encuentro me adelantó que necesitaría al menos cuatro días para romper el primer nivel de bloqueo general de seguridad del Servicio de Inteligencia americano. Una vez completado este paso esencial, en el segundo encuentro me hizo saber que la entrada en la sección de documentos clasificados estaba siendo más difícil de lo que preveía, pero confiaba que en dos días más lo lograría.

 

En la última reunión, la más importante para Laura y para mí, me entregó las claves de entrada en los archivos que eran nuestro objetivo: los documentos que trataban sobre sucesos paranormales, entre los cuales debía encontrar de inmediato, si es que existían, los que concernían a viajes al futuro.

 

Tras dos días y, sus respectivas noches, de búsqueda intensiva seleccioné uno que me pareció de máximo interés. Describía una cueva en la Montañas Rocosas, cercana al estado de Nuevo México, de cinco km de profundidad, al final de la cual parece darse una concentración máxima de un mineral no clasificado e inexistente en cualquier otra parte del mundo. Dicho mineral presenta la particularidad de producir unas vibraciones extraordinarias en las moléculas del cuerpo humano y así poder transportarlo de manera instantánea a una dimensión temporal en el futuro de mil a dos mil años de lapso.

 

Ante la premura de la situación, comienzo tratando de convencer a Laura de la posibilidad de hacer un viaje a EEUU, donde ,en teoría, podrían hacerle una nueva revisión y, quizá un nuevo tratamiento (lo cual estaba totalmente fuera de nuestras posibilidades económicas) y también –lo cual era naturalmente el núcleo de la cuestión- tomarnos un tiempo de asueto, visitando algunos parques naturales, que siempre habían sido de nuestro interés, comenzando, casualmente ,por uno situado en las Montañas Rocosas. Nuestra situación de jubilados y los ahorros de los que afortunadamente disponemos creo que me ayudarán en mi propósito de convencerla.

 

Resuelvo con la mayor prontitud la cuestión de los vuelos. Primera escala, Nueva York, segunda y última escala, el estado de Nuevo México, lugar de emplazamiento de “nuestra” cueva. Llegamos a Santa Fe, capital del estado, en el tiempo esperado. Descansamos dos días en uno de los hoteles del aeropuerto, el primero de los cuales lo aprovecho para hacernos con todo lo que necesitamos para el viaje hasta la cueva, de nueve horas de duración, cinco de las cuales a través del desierto. Alquilo un cuatro por cuatro, lógicamente acondicionado para el calor, y con las dimensiones suficientes para colocar en su interior un colchón hinchable. Hago también provisión de agua y comida y de la cantidad de combustible que me aconsejan para un viaje de esa duración. Al día siguiente emprendemos la marcha.

Llegamos a los entornos de la cueva ya casi de noche.

 

A la mañana siguiente, despertados y desayunados, contemplamos el lugar. Mi mujer se extraña de que haya elegido como primera visita a un parque natural un enclave tan poco atractivo. Yo le alabo las incomparables estalactitas y estalagmitas de la cueva de formas y colores extraordinarios y los ríos subterráneos que afloran cada poco en forma de lagos de agua cristalina.

Comenzamos la caminata y logramos completar los cinco Km de la primera parte en cuatro horas. A partir de ese momento, Laura se niega seguir. Se encuentra demasiado cansada y no puede más. Quiere descansar un poco y volver.

Es el momento de la verdad. Le cuento el verdadero objetivo del viaje, del que hasta ahora la había mantenido totalmente al margen, y de la necesidad de llegar al final de la cueva, donde se encuentra nuestra puerta al futuro y a su posible curación; pero sigue negándose, le parece todo una locura.

 

De repente oímos ruidos, como de voces y pisadas, que retumban en la bóveda de la cueva. Reconocemos visualmente a una pareja de aspecto extranjero y de edad similar a la nuestra. Se dirigen a nosotros en inglés, vienen de Suecia, su país de origen. Se presentan:

_ I am Marcus and this is Sondra_

_I am Pablo and this is Laura_

 

Nos preguntan por qué estamos allí, y, barruntando que su situación puede ser semejante a la nuestra, me abro a ellos y les cuento toda nuestra peripecia hasta nuestro encuentro. Efectivamente, ellos están en una situación parecida -en su caso es Marcus el enfermo de cáncer- Como nosotros no aceptan la sentencia de muerte que les han dado en su país y están dispuestos a todo para tratar de evitarla. Le transmito toda nuestra conversación a Laura, que no habla inglés, y por fin acepta seguir.

 

La pareja sueca y nosotros trazamos un plan para, en lo posible, poder encontrarnos o comunicarnos al otro lado de la puerta temporal. Consideramos importante no sentirnos solos en nuestro próximo nuevo mundo y por supuesto, poder ayudarnos en caso necesario. Es probable que como haremos el “viaje” con pocos minutos de diferencia “aterricemos” en el mismo segmento temporal y en el mismo país,  pero quizá no en el mismo estado o en la misma ciudad. Acordamos lugares de encuentro en ciudades distintas los primeros días de cada mes y también acudir a posibles comunidades suecas o españolas y registrarnos como personas en búsqueda.

 

Por fin llegamos al final de la cueva. Laura y yo nos abrazamos, sentimos una vibración tan fuerte que parece que nos va a despedazar. Nuestro siguiente entorno es una ciudad extraña poblada por gente vestida como en algunos de los desfiles de ropa de nuestro antiguo pasado.

 

Identificamos un hospital al que nos dirigimos sin tardanza. En Información buscamos la sección de cáncer.

_ ¿_Pero ustedes de dónde vienen? Contesta la enfermera a la que nos dirigimos.

El cáncer ya no existe, simplemente se previene, desde el nacimiento con una vacuna_

 

Toca inventarse, entonces, que procedemos de una comunidad aislada del estado de Nuevo México, cercana a las Montañas Rocosas y que hemos estado siempre fuera del sistema nacional de vacunación.

 

La enfermera nos dirige a un especialista cercano al tema que, según sus palabras, nos podría aclarar más la cuestión. Este nos recibe amablemente pero nos da malas noticias. En el caso de Laura, al no haber recibido la vacuna en el momento adecuado, no habría posibilidad de tratamiento y por tanto, de curación.

 

Tras varios días de bajón mi cerebro empieza a funcionar de nuevo, ayudado por el de Laura que aún conserva parte de su memoria y sobre todo su carácter intuitivo. Me hace ver que Sondra y Marcus estarán ahora en circunstancias parecidas a las nuestras y me insta a comunicarnos lo antes posible con ellos, ya que podrían haber avanzado más que nosotros en sus pesquisas acerca de los antiguos tratamientos de cáncer con quimio más evolucionados, lo cual se ha convertido en nuestro objetivo de investigación más reciente.

 

Recordamos nuestros planes de encuentro en distintas ciudades del país y como nos encontramos en San Francisco y se acerca el final de mes, nos dirigimos al Golden Gate (uno de los puntos señalados) el día uno de febrero del año 3050. Para nuestra alegría, y también la suya allí estaban. Tras abrazarnos y observar ellos nuestras caras de angustia, vamos directos al tema. Efectivamente, Laura tenía razón. Sondra y Marcus habían avanzado en sus investigaciones y habían contactado con un especialista en Los Ángeles que trataba casos en los que la vacunación no era del todo exitosa. EL doctor Salinas había diseñado un tratamiento que combinaba una quimioterapia de hacía mil años reformada por él para que fuera compatible con dosis sucesivas de vacunación. Las buenas noticias eran que, cualquiera que fuera la forma de cáncer, la enfermedad remitía por completo.

 

Laura, dice Pablo a su mujer- tendrás que aprender pronto a hablar inglés para poder comunicarte con nuestros nuevos amigos –Sondra y Marcus- y con los que seguro vendrán más adelante y espero que podamos ayudar_

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